Era el zapato perfecto. Combinaba con todo, te estilizaba el pie y, además, estaba en oferta. Pero unas horas después… ¡zas! Esa burbuja traicionera apareció en el talón. Las ampollas son una especie de burbuja que aparece en la piel como respuesta a una agresión y que sirve para regenerar la zona lesionada y evitar infecciones. Así que sí, aunque molesten, en realidad están ahí para ayudarte.
¿Por qué salen las ampollas?
La causa más común es el rozamiento. Por eso suelen aparecer en los pies cuando estrenamos zapatos nuevos o hacemos caminatas largas sin el calzado adecuado. También pueden salir por:
- Quemaduras solares o químicas.
- Escaldaduras (cuando tocas un líquido muy caliente).
- Procesos de congelamiento.
- Reacciones alérgicas.
- Algunas enfermedades de la piel como varicela o dermatitis.
¿Qué hago si me sale una?
Lo primero que uno piensa es “¡la reviento!”. Y aunque la tentación sea grande, la recomendación médica es clara: mejor no hacerlo. Lava la zona con agua tibia y jabón, mantenla siempre seca y, si la zona entra en contacto con la ropa o algún objeto, cúbrela con un apósito o una venda para evitar el roce. Es importante cambiar el vendaje todos los días y observar cómo evoluciona, para asegurarte de que no haya signos de infección.
Ahora bien, si la ampolla es muy grande o duele mucho, se puede drenar, pero siempre con muchísimo cuidado (o, mejor aún, dejar que lo haga un profesional). Si decides hacerlo, lava bien la zona, utiliza una aguja esterilizada y pincha solo uno de los laterales para permitir que el líquido salga lentamente. No retires la piel que la recubre, ya que protege la herida. Luego, aplica un antiséptico y cúbrela con un apósito limpio.
Aunque la mayoría de las ampollas se curan por sí solas en una semana, hay señales de alerta que no debes ignorar: dolor muy intenso, presencia de pus o mal olor, enrojecimiento, sensación de calor en la piel, sangrado o secreción. En estos casos, lo mejor es acudir a un médico.
Recuerda que incluso una ampolla puede complicarse. Un pequeño descuido, una infección mal tratada o una piel especialmente sensible pueden convertir algo simple en una urgencia médica. Contar con un seguro de salud privado no solo te permite atenderte más rápido, sino también con especialistas y sin gastar de más.
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