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20 octubre, 2025

Sin sal no hay vida… pero con demasiada, tampoco

Mujer echando sal a sus papas fritas con problemas de consumo de sal

Estás en la cocina y el guiso huele perfecto, pero piensas: “le falta un poquito de sal”. Le echas una pizca más, pruebas, y otra vez. En un abrir y cerrar de ojos, lo que era “solo un poquito” se convirtió en una bomba de sodio. Suena exagerado, pero esa costumbre es una de las principales razones por las que la hipertensión y las enfermedades cardíacas van en aumento.

La sal no es el enemigo. De hecho, la necesitamos para vivir: ayuda a que los nervios y músculos funcionen correctamente, mantiene el equilibrio de líquidos en el cuerpo y permite que el corazón lata con regularidad. El problema está en la cantidad.

¿Qué ocasiona el consumo excesivo de sal?

Según la OMS, una persona sana no debería consumir más de 5 gramos de sal al día (el equivalente a una cucharadita), mientras que quienes tienen hipertensión deben reducirla a 2 gramos. Sin embargo, la mayoría de nosotros consume más del doble sin darse cuenta, porque la sal también está en el pan, las salsas, los embutidos y hasta en las galletas.

Ahí empieza el verdadero riesgo ya que, cuando hay exceso de sodio en la sangre, el cuerpo retiene más agua para diluirlo, aumentando el volumen de líquido en las arterias. El resultado: la presión sube y el corazón debe trabajar más de lo normal. Con el tiempo, esto puede causar hipertensión, enfermedades cardíacas o accidentes cerebrovasculares.

¿Cómo reducir la sal sin que la comida pierda sabor?

No se trata de comer soso ni de decirle adiós al gusto, sino de reeducar al paladar. Aquí algunos trucos sencillos que funcionan:

  1. Usa hierbas y especias. El ajo, el orégano, la albahaca, el romero o la pimienta pueden realzar el sabor de tus comidas sin necesidad de añadir sal.
  2. Recurre a los cítricos. Un chorrito de limón o una pizca de ralladura de cáscara aportan frescura y un toque ácido que equilibra los sabores.
  3. Prueba los sabores “umami”. Tomates, champiñones, algas o un toque de salsa de soya baja en sodio dan esa sensación salada natural.
  4. Cambia la forma de cocinar. Asar, sellar o saltear intensifica el sabor de los alimentos más que hervirlos. Aprovecha los jugos naturales de los ingredientes.
  5. Sazona al final. Agrega la sal solo después de probar el plato. Muchas veces no la necesitas tanto como crees.

Reducir el consumo de sal no significa renunciar al sabor, sino aprender a disfrutarlo de forma más natural. Tu corazón, tus riñones y tu presión te lo van a agradecer.

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