Ahí vas tú, feliz, manejando tu auto camino al trabajo, cantando a todo pulmón tu canción favorita. Todo va perfecto… hasta que ¡zas!, escuchas un golpe seco. Frenas, miras al frente y te das cuenta de que acabas de chocar el parachoques del carro de adelante.
Después de un choque, no solo importa tu auto. También importan los daños que causas a otros. Si no tienes un seguro vehicular, ese “golpecito leve” puede convertirse en un gran dolor de cabeza (y de bolsillo).
¿Por qué necesitas un seguro vehicular?
Un momento de distracción o un mal frenazo bastan para que termines con dos autos dañados y varios ceros menos en tu cuenta bancaria. Con un seguro vehicular, no solo proteges tu carro: también resguardas tus finanzas personales ante accidentes, robos o daños a terceros. Las aseguradoras ofrecen diferentes tipos de cobertura, dependiendo del nivel de protección que quieras tener.
- Daño propio: cubre los daños materiales de tu vehículo e incluso su pérdida total, ya sea por choque o robo.
- Accidentes personales para ocupantes: protege al conductor y a los pasajeros del vehículo asegurado ante lesiones o fallecimiento.
- Responsabilidad civil frente a terceros: es la más importante si piensas en proteger tu economía. Se activa cuando tu vehículo ocasiona lesiones o daños a terceros y cubre gastos médicos, reparaciones e incluso asesoría legal.
¿Cómo funciona la cobertura a terceros?
Si tu auto impacta contra otro vehículo o, peor aún, contra un bien público, tú serías el responsable de pagar todos los daños. Ahí entra en juego la cobertura de responsabilidad civil, que cubre los costos de reparación o indemnización en estos casos.
Un accidente puede pasarle a cualquiera, incluso a los más cuidadosos. Por eso, tener un seguro vehicular adecuado no es un lujo, sino una necesidad. Te protege, te respalda y te evita problemas legales y financieros.
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